Debemos remontarnos a la primera mitad del siglo XX para tratar de entender cómo surge este fenónemo y por qué, ochenta y cuatro años después, hay quien parece seguir pensando que tener una lateralidad cruzada afecta en modo alguno a la capacidad académica o, incluso, a la capacidad para «aprender». Como vemos casi siempre, se parte de algo que puede considerarse mínimamente científico (con los conocimientos de la época) para acabar distorsionando la realidad y adaptándola para que unos cuantos puedan hacer negocio.

En 1937 se sucedieron una serie de conferencias en la Academia Americana de Medicina, donde el Dr. Samuel Torrey Orton presentó los resultados de sus investigaciones de una década sobre los trastornos del lenguaje . Como es habitual, se parte de alteraciones provocadas por una lesión cerebral en pacientes adultos y de ahí se extrapola, sin más, a los niños. Las investigaciones de Orton se recogen en el libro Writing and Speech Problems in Children: A Presentation of Certain Types of Disorders in the Development of the Language Faculty. De aquí parten muchos NEUROMITOS 🔍 que perduran aún hoy entre la población en general, pero lamentablemente también entre profesionales tanto de la facultad de Psicología como de la facultad de Educación.

En el primer capítulo se habla de que estos trastornos pueden seguir a una lesión en un hemisferio, siempre que este sea el «dominante» y el autor señala que para saber esto, lo único que podemos ver es la lateralidad. Como en niños es habitual observar una amplia variabilidad en el establecimiento de una lateralidad clara (homogénea Vs. cruzada), de aquella se entendió que era extrapolable a un cerebro en desarrollo y derivó, hasta nuestros días, en que cualquier niño con una lateralidad cruzada tiene problemas con las competencias académicas.

En el segundo capítulo se describieron cinco síndromes de <demora> o <trastorno> en la adquisición del lenguaje:

  • Alexia del desarrollo
  • Discapacidad especial en la escritura
  • Sordera del desarrollo de palabras
  • Retraso del habla motora y tartamudez
  • Apraxia del desarrollo

Cuando hablamos de alexia, nos referimos a la pérdida parcial o total en la capacidad para leer resultante de una lesión cerebral (Benson & Ardila, 1996) y, cuando hablamos de apraxia, nos referimos a un trastorno cognitivo-motor que afecta la ejecución de movimientos hábiles aprendidos (Foundas, 2013). Lesiones, no neurodesarrollo.

En todos estos trastornos, menos el de tartamudez, se señaló que los síntomas observados eran una contraparte muy exacta de los observados en los síndromes correspondientes en los adultos. El autor encuentra, supuestamente, un factor común en todas las dificultades enumeradas: «engramas existentes en el hemisferio no dominante que, si no se eliminan por completo, puede causar confusión en el reconocimiento y el recuerdo».

En cuanto al tartamudeo, describe dos tipologías: los que tartamudean desde el momento en que empiezan a hablar y los que hablan <normal> hasta los 6-8 años. Con respecto a los primeros, señala que «es sumamente importante determinar si se ha producido o se está produciendo un desplazamiento o cambio de destreza de la mano lejos de la inclinación natural». De aquella hasta se pensaba que los tartamudos deberían haber sido zurdos, cosa que hoy día simplemente sabemos que es absurda.

Además de esto, también sabemos que los hemisferios cerebrales no trabajan por separado ni tienen habilidades independientes del otro hemisferio, sino zonas más representativas de función. En palabras de alguien que sabe y que cito en la entrada sobre LA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y LAS INTELIGENCIAS MÚLTIPLES 🔍, «el paradigma más actualizado sobre la organización funcional del cerebro, está basado en redes dinámicas como sustento de los mecanismos neurofisiológicos que subyacen a los procesos cognitivos básicos» (Maestú, Pereda y del Pozo, 2015). Dichos mecanismos neurofisiológicos son los engramas citados antes, solo que el conocimiento científico ha avanzado después de ocho décadas.

Orton concluía en su libro que «los defectos en el desarrollo de las funciones del lenguaje pueden surgir de desviaciones en el proceso de establecer la superioridad cerebral unilateral en áreas individuales y que la utilización de métodos de entrenamiento específicos puede producir una respuesta terapéutica».

Qué es la lateralidad cruzada, relación con la visión y la dislexia

Al revisar los estudios científicos realizados sobre este fenómeno, encontramos una gran heterogeneidad entre las variables utilizadas para «medir» la lateralidad y las tareas con las que supuestamente se analizan los resultados. A partir de los años 70, la investigación comenzó a despuntar y surgieron todo tipo de terapias sin evidencia científica para tratar los llamados «trastornos del aprendizaje» y otros trastornos del neurodesarrollo.

A muchos os sonará, y hasta puede que lo hayáis utilizado, el Test de Harris, donde a través de una serie de tareas llevadas a cabo con las manos, los pies, los ojos y los oídos, se «determina» si la lateralidad de un niño es homogénea o cruzada. Esto se ha utilizado durante muchos años tanto en departamentos de orientación como en gabinetes privados.

Como ya sabemos desde hace años, la evidencia científica no avala la eficacia de los ejercicios oculares, la terapia visual comportamental (de la que hablo en REFLEJOS PRIMITIVOS NO INTEGRADOS O CÓMO ESTAFAR A LAS FAMILIAS 🔍) o los filtros o lentes tintados especiales para «mejorar el rendimiento educativo a largo plazo».

En la sección de Oftalmología de la Academia Americana de Pediatría, este estudio de 2009 indica que la mayoría de expertos creen que la dislexia es un trastorno del lenguaje y que, aunque los problemas de visión pueden interferir con el proceso de aprendizaje, en ningún caso son la causa ni de la dislexia ni de dificultades de aprendizaje. Si realmente quieres saber cómo aprendemos a leer, mira esta entrada sobre CUÁNDO NUESTRO CEREBRO ESTÁ PREPARADO PARA INICIARSE EN LA LECTURA 🔍 .

En este otro estudio, actualizado a 2017, se hace una revisión sistemática y metaanálisis de artículos publicados sobre lateralidad cruzada desde 1900, con una muestra que incluyó 26 artículos con una población total de 3578 niños de 5 a 12 años. Los resultados no apoyan la afirmación sobre que exista una asociación entre la lateralidad cruzada y el rendimiento académico o la inteligencia.

En toda buena exploración cognitiva que se precie lo que se hace es explorar la praxia, no la lateralidad ni la psicomotricidad (esta última es una técnica, no algo que tengamos). La función motora incluye, además del tono, la potencia, la movilidad y los reflejos tendinosos, la intención que se tiene de realizar un movimiento y cómo finalmente este se ejecuta. Cuando un niño presenta dificultades en las competencias académicas puede deberse a muchos factores y será la historia de desarrollo, y una buena evaluación, las que nos indiquen si puede tener un trastorno del neurodesarrollo. O no, porque muchos problemas de rendimiento académico se deben a un mal método de enseñanza de los aprendizajes básicos o a una lentitud en la adquisición de los mismos por parte de algunos niños, y esto rara vez se tiene en cuenta.

Dejemos de someterlos a «terapias» y tratamientos que no sirven para nada, que los fatigan y sobrecargan de trabajo debido también a los numerosos desplazamientos que realizan para acudir a este o a aquel centro y que, además, retrasan la puesta en marcha de intervenciones que sí funcionan y tienen un respaldo científico.

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3 Responses

  1. Yo tengo lateralidad cruzada desde niña y nunca he tenido problemas en el aprendizaje de ningún tipo. Además me dedico a la música ejecutando un instrumento de cuerda desde muy pequeña y nunca he tenido problemas de coordinación, flexibilidad, psicomotricidad ni nada por el estilo. Escribo con la derecha, chuto el balón con la derecha, ojo derecho predominante… pero utilizo la parte izquierda para varias acciones cotidianas…como cortar con el cuchillo, ponerme la mochila de un solo brazo, dar velocidad encima de un patinete, abrir el tapón de una botella…etc

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