Albert Bandura propuso, en 1977, una teoría sobre el origen y los mecanismos mediadores de las creencias referidas a la eficacia personal. Así mismo, proporcionó una serie de directrices para poder medir dichas creencias en dominios de funcionamiento dispares. Según su propia definición, la autoeficacia percibida son los juicios que uno hace sobre las propias capacidades para organizar y ejecutar cursos de acción que nos lleven a la consecución de diferentes formas de rendimiento. Todos variamos nuestra percepción de la capacidad que tenemos para según qué cosas, e incluso para distintos apartados dentro de una misma actividad. Así, un tenista puede sentirse más confiado cuando sube a la red que cuando se queda en el fondo de la pista, o un estudiante cuando el examen consta de preguntas cortas que de desarrollo.

En las escalas que Bandura elaboró, la fuerza de la eficacia percibida se medía en base a los grados de certeza en que una persona puede realizar distintas tareas. No obstante, no debemos olvidar que otras variables del contexto no relacionadas con la capacidad también pueden ejercer una influencia y facilitar o perjudicar la ejecución. De hecho el propio autor planteó, años después, que la autoeficacia abarcaba mucho más que las creencias sobre que el esfuerzo determina el rendimiento (Bandura 1989, 1991, 1993); también lo hacen los juicios que tenemos sobre los conocimientos, estrategias, habilidades e incluso el manejo del estrés.

¿Es la personalidad un condicionante del efecto que tienen eventos estresantes sobre nuestra salud?

Una definición basada en la demostración empírica (Holmes & Rahe, 1967; Holmes & Masuda, 1973) es la que considera un acontecimiento vital como estresante si éste provoca cambios y exige un reajuste de la rutina normal de una persona, pero ¿no es la vida estresante en sí misma de alguna manera? ¿Y si viésemos estos cambios vitales como una oportunidad en vez de como algo negativo?. Suzanne C. Kobasa tiene algunos estudios interesantes sobre este tema en los que se pregunta en qué se diferencian los sujetos muy estresados que permanecen sanos de aquellos que, en las mismas condiciones, sí presentan enfermedades. ¿Cuáles son los factores mediadores que afectan a la forma en que se reacciona al estrés? ¿Las personas que experimentan altos grados de estrés sin caer en la enfermedad, tienen una estructura de personalidad diferente a aquellas que sí enferman?.

Hans Selye planteó que la forma distintiva en que cada persona se toma los acontecimientos estresantes de la vida se debe a un conjunto de mediadores entre el estrés y la enfermedad: la predisposición fisiológica, las experiencias de la primera infancia, los recursos sociales y la personalidad. En relación con este tema, hablé en otra entrada sobre EL PERFECCIONISMO Y LA ANSIEDAD 🔍 en niños y adolescentes.

El estudio de Kobasa, asentado en las teorías de distintos autores, considera que las personas con resistencia (hardiness) serían las que poseen tres características fundamentales:

  • La creencia de poder controlar o influir en los acontecimientos. Entre las personas sometidas a estrés, las que tienen una mayor sensación de control sobre lo que ocurre en sus vidas se mantendrán más sanas que las que se sienten impotentes ante las fuerzas externas.
  • La capacidad de sentirse profundamente involucradas o comprometidas con las actividades de su vida. Entre las personas sometidas a estrés, las que se sienten comprometidas con las distintas áreas de su vida se mantendrán más sanas.
  • La anticipación del cambio como un reto emocionante para el desarrollo posterior. Entre las personas sometidas a estrés, las que ven el cambio como un reto se mantendrán más sanas que las que lo ven como una amenaza.

El término <resistencia mental> es algo que oímos constantemente en ámbito deportivo y que se suele utilizar como sinónimo de determinación excepcional a situaciones de presión, lo que permite reaccionar bien ante adversidades y reponerse rápidamente.

Como indicaba Kobasa, la resistencia sería un conjunto de características de personalidad que permite a los individuos mitigar los efectos adversos de una situación estresante. O, si adoptamos el marco teórico de la psicología de constructos personales de Kelly, diríamos que una persona no es víctima de la realidad, sino de su construcción de esa realidad. Numerosos autores han tratado este tema desde distintas perspectivas y muchos se han centrado en el análisis del rendimiento del otro (véase el oponente en un deporte o los niños que analizan su rendimiento en base a la nota que ha logrado otro compañero), pero…

¿Y si la verdadera resistencia mental requiere la capacidad de alcanzar metas propias, en cualquier ámbito, independientemente de lo que haga el otro?

Anthony et al. llevaron a cabo un metaanálisis sobre el desarrollo de la resistencia mental con el objetivo de determinar qué es y qué no es, e identificar las características clave que son evidentes en los atletas que la poseen. Se hallaron cuatro categorías principales: determinadas características personales, interacciones con el ambiente (por ejemplo, recibir aliento de personas significativas), desarrollo progresivo (entrenamiento en un ambiente que promueve la independencia, pero que también brinda el apoyo necesario) y amplitud de experiencias (referido a experiencias diversas/significativas que con el tiempo facilitan el crecimiento adaptativo y positivo).

Por tanto, necesitamos de la interacción entre la capacidad personal del individuo y del contexto en el sentido de cuán exigente es una situación determinada. Estos autores señalaron que el modelo bioecológico del desarrollo humano de Bronfenbrenner y Morris, del que hablé en esta entrada sobre las CONSECUENCIAS DEL ABSENTISMO ESCOLAR 🔍, se podría usar para ampliar miras en este área de investigación.

También se ha investigado el papel de las creencias de eficacia en el apoyo a la persistencia ante el fracaso y en la transferencia de esta motivación a nuevas tareas. Un punto interesante es cómo dicha autoeficacia estaba relacionada con la persistencia ante la retroalimentación negativa en los estudios de Zimmerman y Ringle, quienes demostraron que los niños de Primaria que habían observado un modelo optimista (un adulto que emitía verbalizaciones de confianza con un modelado clásico) fueron más autoeficaces y persistentes durante la resolución de problemas en una tarea no verbal, que aquellos que habían visto un modelo pesimista y, además, generalizaron sus creencias de eficacia y motivación a diferentes problemas verbales.

En una entrada sobre LA FALTA DE MOTIVACIÓN PARA ESTUDIAR 🔍 ya mencioné otro trabajo muy interesante de Bandura et al., en el que señalan algunos aspectos fundamentales que sirven también en adultos:

1.- Las ocupaciones estructuran una gran parte de la realidad cotidiana de las personas y son una fuente importante de identidad personal y autoevaluación. Estructuran, además, una parte importante de las relaciones sociales diarias y eso contribuye al bienestar psicosocial.

2.- Una vida laboral negativa tiene efectos dañinos en las relaciones familiares, mientras que una vida laboral productiva y satisfactoria tiene efectos positivos en la calidad de vida de la familia.

3.- Las decisiones tomadas durante los periodos formativos del desarrollo determinan el curso de la vida y qué aspectos de sus potencialidades cultivan las personas y cuáles dejan sin desarrollar.

El autodesarrollo durante los periodos de formación adelanta algunos tipos de opciones y hace que otras se hagan realidad

Por tanto, parece que la percepción de autoeficacia personal es el factor más importante ya que, a menos que las personas crean que pueden producir los resultados deseados mediante sus acciones, tienen pocos incentivos para actuar o perseverar ante las dificultades. Aunque haya otros factores <motivadores> de tales conductas, están inmersos en la creencia nuclear de que uno tiene el poder de producir un efecto determinado con una acción concreta.

En palabras de Bandura, las creencias de eficiencia afectan a la adaptación y al cambio no sólo por sí mismas, sino a través de su impacto en otros determinantes. Dichas creencias influyen en las aspiraciones y en la fuerza de los compromisos con ellas, en la calidad del pensamiento análitico y estratégico, en el nivel de motivación y perseverancia ante las dificultades y los contratiempos, en la resiliencia ante la adversidad, en las atribuciones causales de los éxitos y los fracasos, y en la vulnerabilidad al estrés y la depresión.

Puedes leer también también otras entradas en las que factores como LA ANSIEDAD Y LA FATIGA COGNITIVA PERCIBIDA 🔍 tienen un peso importante en el rendimiento académico, o reflexionar sobre ello para tratar de PREVENIR LA CONDUCTA SUICIDA EN MENORES 🔍.

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